Saturday, November 15, 2008

Barack Hussein Obama –presidente

I. Roberto Eisenmann, Jr.
opinion@prensa.com

Un chombito con un nombre impronunciable para los norteamericanos, con un segundo nombre Hussein, en momentos de la descabella guerra contra el terror, nacido en Hawai, criado parcialmente en Indonesia, con sólo 47 años y una cortísima carrera política, ha salido de la nada, ha desafiado a una familia política cuasi–real de apellido Clinton, sin un real, sin apoyo económico de los grupos económicos… o sea, sin venderse… logra una tesorería de campaña de 600 millones dejando tachuela al candidato del partido tradicional de los ricachones, con un mensaje claro, coherente y consistente de inclusión y promesa… y ha ganado en forma contundente las elecciones en los Estados Unidos de América… y sin duda en el mundo entero.

El mismo pueblo que eligió (en forma poco clara) y reeligió a un “hijo de papá” –cuyo único viaje fuera de las fronteras de Estados Unidos en el momento de su elección había sido a Tijuana y que ha hecho un gobierno de miedo, terror, de guerras basadas en mentiras flagrantes, de desprestigio total en el mundo– ahora corrige radicalmente el rumbo y a la vez rompe y se libera del racismo, eligiendo a Barack Hussein Obama.

El nuevo Presidente inició la transición con fuerza, vigor y haciendo uso de las mentes más preclaras de la élite política y financiera del país.

En el mundo, los simpatizantes del pueblo norteamericano están de fiesta, los que resentían las barbaridades de “W” también lo están; incluso los que viven de mantener latente al “enemigo del Imperio” han hecho manifestaciones que van desde lo neutro a la velada esperanza. Jamás una elección en EU ha creado tanto entusiasmo y tanta expectativa.

Estados Unidos es tan grande y tan burocratizado que el esperado cambio siempre demorará más tiempo que el anhelado por la lógica impaciencia de los votantes. Los problemas que enfrenta el novel Presidente son gigantescos: la crisis financiera mayor de los últimos 100 años y –para reconclavar– inédita; nadie sabe todavía cómo resolverla, debido a que no es una crisis “de crédito” (que está trancado) sino una “de deuda”.

Por más que aflojan el crédito, nadie tiene capacidad de asumir deuda adicional. Recibe el gobierno con un planeta en peligro y una recesión con visos de volverse Depresión… y un déficit federal de 750 “billones” de dólares tan solo en el año 2009. Además, tiene que salir de dos guerras en forma racional, eliminar a Bin Laden, iniciar la solución del problema cubano (los jóvenes de la familia del exilio en Miami votaron por él)… y readquirir el respeto y admiración del mundo, aprovechando el impacto emocional de su elección.

Hay cosas complicadas y demoradas como la de la reforma fiscal, pero para resolverlas tiene una renovada mayoría legislativa. Hay otras que puede decidir de una vez, como por ejemplo cerrar la prisión de Guantánamo, decretar una prohibición de cualquier método de tortura, desmilitarizar la política exterior de la nación (cosa que aplaudiríamos los panameños). Sin embargo hay, en toda acción pendular en exceso positiva, peligros que podrían ponerle un frenazo a la fiesta; el más obvio es la acción de algún loco en un país con una trágica historia de asesinatos de sus líderes muy populares… ¡rogamos que esto no vaya a ocurrir!

Previendo esa posibilidad Obama demostró responsabilidad al escoger a un vicepresidente altamente capacitado para sustituirlo en caso de que ocurriera lo peor.

La otra, menos obvia, es que cuando las expectativas son tan exageradamente altas –como lo son con esta histórica elección– la desilusión es casi igualmente exagerada aunque no haya razones que la ameriten; su discurso de aceptación nos indicó que Obama tiene esto presente. No pidió celebración, no le dijo al pueblo que saliera “a comprar”, sino que a –la Churchill– le dijo que tendrá que afrontar sacrificios.

Finalizo felicitando con un abrazo sentido y solidario a todos y cada uno de los norteamericanos hayan votado o no por Obama. Han ofrecido al mundo un ejemplo de democracia que es esperanzadora e inspiradora.

Tocqueville escribió alguna vez “la democracia abandona a sus instintos salvajes”… así ha sido… y esto cambiará al mundo.

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